La
brisa ondea su oscuro cabello. Ella sube al balcón del faro todos los
atardeceres, lo sigue esperando a pesar del tiempo transcurrido.
Nunca
pierde la esperanza y siempre sube con una sonrisa de anhelo pensando que es el
día. Y todos los días esa sonrisa se disuelve conforme pasa el tiempo hasta
convertirse en un semblante triste, que se revierte con la esperanza del
mañana.
Cierra
los ojos y siente el atardecer en su piel. La brisa a su alrededor comienza a
juntarse formando un cuerpo incorpóreo. Siente unos labios que rozan con los
suyos, pero no abre los ojos por miedo a su desaparición. Se funden en un beso
de amor que le llena de alegría el corazón. Pero todo tiene su fin y siente
como se aleja. Sin abrir los ojos intenta agarrar al dueño de sus besos, pero
no hay nadie. No hay nada. La
esperanza también sueña despierta.
Mafa L. Arcos
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