domingo, 27 de octubre de 2013

43 ALMA DE DÍAS CLAROS

Emanuel

Llegas exangüe, tu expectoración persistente delata el frío invernal que padeció tu cuerpo. Te sirvo café en tu taza favorita y me siento frente tuyo, a evocarte; y  nos miramos…, sólo nos miramos…, en una conversación ausente, pero plena de entendimiento. Te retiras al dormitorio somnoliento, para levantarte pasado el mediodía a esperar silente, en tu sillón preferido, la hora de tu partida; como hace cuarenta años, cuando arrebataron tu existencia y te fuiste para volver. Llega, inevitable, el momento de tu partida y con un beso, impalpable, te despides y traspones el dintel de la puerta, y miro tu figura desvanecerse por la calle con el atardecer crepuscular del crudo invierno de Lebu. La luna es testigo que desde mi tálamo vacío, tal como ayer y anteayer, esperaré tu retorno al despuntar el alba, para recordarte, mirarte y platicar callados. 

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