Chapetas
Juan y su hijo Manuel, de 17 años, regresaban de
Concepción a Lebu al amanecer y ambos estaban ya cansados porque circulaban con
mucha niebla, pero por fin estaban llegando a casa. De pronto el automóvil se
salió de la carretera y volcó, quedando con las ruedas hacia arriba; el joven
salió por la ventanilla con facilidad comprobando que estaba ileso, pero Juan
estaba atrapado por el volante y pedía ayuda, mientras que a Manuel, al verse a
salvo, le daba un incontenible ataque de risa. Su progenitor seguía clamando
auxilio entre gritos, su retoño continuaba con las carcajadas en aumento y
aparentemente sin intención de cambiar de actitud. Cuando el hombre ya
desesperado, empezó a lamentarse a voces por haber engendrado semejante
descendencia, el hijo por fin consigue sobreponerse y sentenciar: “Lo primero
es la risa padre, aunque después pese”.
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