Mosago
Era una tarde soleada,
esa que me anunciaba con su luz intensa, el brillo que me
esperaba para recorrer mis bellas calles de Lebu, que se convertían en el
punto ideal. Se sentía un cobijo que albergaba, todo mi ser.
La plaza de Armas se
pronunciaba en una sola ola de sonidos, retumbantes en mi
corazón duro, con el pavimento de aquella
plaza que en instantes volaba, como esos papagayos que
llegaban alcanzar, las tibias nubes que
lloran profundamente y que simplemente llegaban en ese pequeño
rinconcito de mi ríoseco, para
albergar mi bellos recuerdos.
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