Luis Soto
Juan era serio, no reía. Ese martes no quería aceptar la
defensa en el Juzgado de Garantía de Lebu.- Son más de cinco horas desde
Santiago, pensó. Pero a regañadientes, aceptó. Esperó estar de vuelta pronto,
antes que anochezca. Se durmió y de madrugada inició el trayecto en su
vehículo. Una brisa cálida le dio la bienvenida a eso de las diez. La audiencia
fue breve y el resultado satisfactorio, pero no rió.
Buscó un restorán para desayunar y planear el retorno.
Se sentó frente a la mesa de una muchacha que lloraba desconsoladamente. Se
acercó, le ofreció su pañuelo y conversaron unos minutos. Era de nobles ojos y
de piel fresca. La miró, la acarició y delicadamente la mujer sonrió. Juan al
verla sonreír, también lo hizo. Después, enlazados fueron a ver el atardecer a
la Boca.
Juan esa tarde no volvió a Santiago.
Juan nunca más regresó.
Juan nunca me devolvio mi cd de rene de la vega....
ResponderEliminar...pero no importa ya. Sólo sé que donde esté, es más feliz. Todos queremos ese desayuno/almuerzo del que esperas nada y logras todo.
EliminarDespués de salir, nunca vuelve el mismo. El umbral se rompe junto con el que se va.
ResponderEliminarpobre juan, nunca más será igual
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