Morpheus
Estoy
sentado en aquel banco que usualmente visito para observar pasar la gente y de
vez en vez alimentar los pajaritos, generalmente gorriones y palomas, que
libremente vuelan por la plaza de mi querido Lebu. Mi tablero de ajedrez, que
me ha acompañado en los últimos 40 años, aún estaba en su lugar, esperando una
jugada. Pero, ¿con quién estaba jugando? No lograba recordar. De pronto, un
pasante con actitud conocida se detiene, observa el juego por unos tres minutos
sin inmutarse que estoy buscando su mirada para entrever su intención y rompe
el silencio realizando una movida de jaque mate. Sonríe, coloca su mano sobre
mi hombro y me dice: “Hoy gané yo. ¡Tú turno ya llegará!”. No alcanzo a razonar
sobre lo recién acontecido cuando de un golpe me despierto. He ahí yo, junto a
mi traje viejo de neoprén, esperando la aurora para salir a mi querido mar…
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