Emile
Ella, él y la hija de él habían llegado a Lebu después
de cinco horas manejando. Dejaron el auto estacionado y continuaron el trayecto a pié.
Cuando
divisaron la caverna, el padre se dirigió a su hija:
-Entra, sé valiente. Te parecerá como un laberinto.
Cuando llegues al final, espera hasta que yo te encuentre.
La niña obedeció. La pareja se alejó caminando mucho
más allá, hasta una piedra con un orificio horadado.
-Aquí es- le dijo él-. La Piedra Bramido del Toro.
-¿Estás seguro que
quieres hacer esto? -le preguntó ella nerviosa.
-Es lo mejor para los dos
Cerraron los ojos. Una racha de aire marino hizo
vibrar la piedra. Se escuchó un bramido, luego un galope y un grito de dolor
reverberando a lo lejos.
El silencio sobrevino.
-Ya está -dijo él.
-Gracias-le respondió ella.
Regresaron de vuelta al auto. Esta vez solos y de la
mano.
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