Mitómano
Nada de lo que ella pudiera decir podría servir como despedida, en aquella breve y última visita al penal de Lebu.
El hombre continuaba con la mirada
adherida a las baldosas del estrecho espacio de la habitación.
Ella no pudo esperar más y lo
abrazó con fuerzas pero sin saber que decir.
Sólo cuando los guardias llegaron a
sacarlo de su celda, lo cogió del brazo un instante y decirle al oído:
-Cuídate – sólo cuando escuchó su propia voz sintió
que no debió haberlo dicho.
Cuando levantó la vista el hombre
ya lo habían instalado frente al pelotón de fusileros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario