"Ngill chenmaywe, El destino" por Sílfides Arienne
Por fin mi esposo y yo llegamos a nuestro destino, yo acababa de jubilarme después de cuatro décadas prestando mis servicios legales. Juntos decidimos conocer los atractivos turísticos que América brindaba.
Llegamos a unas cabañas en la provincia de Arauco, y sin desempacar, nos acostamos en la cama, como de costumbre tomados de las manos. A las tres de la mañana algo afuera me despertó. Salí a ver que sucedía.
Allí se encontraba una mujer de pañuelo celeste sobre su cabeza y flores rojas en sus manos. Puso en las mías un puñado de piedritas turquesas y me gritaba una frase que no entendía:
-Leufu, Lebu, trempulcagüe, ¿qué? no le entiendo -le dije.
-"Ngill chenmaywe" -me repetía mientras señalaba el mar.
-¿Qué significa? -en eso observé cuatro ballenas en la playa-. ¿Están varadas? ¡Voy por ayuda! -me giré, y vi mi cuerpo junto al de mi esposo, aún tomados de las manos.
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