"¡Qué los cerros no hablen!" por Poloá
Entre ramajes y copas nos sentamos a divagar en lo más alto de Lebu, el fuego enciende nuestras memorias, es el pueblo el que nos deslumbra, nuestras almas se unen en el vaivén de los árboles que mecen los cerros lebulenses. Todo es silencio cuando gritamos, el eco estremece el orden, jolgorio y júbilo nos entregan las noches gélidas de la ciudad del viento, bastan sólo las ganas, el lugar está dispuesto, los cerros de Lebu ansían nuestra llegada para oír nuestras infinitas insensateces.
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