"Dos pilares a la distancia" por Nereo Welch
Camino a casa. Nadie me rodea. El tiempo no es más que un fantasmagórico amigo que ve mis desdicha y se ríe. Las calles de Lebu, mi ciudad natal, no me parecen conocidas. Mis pies, como anclas de hierro, pesan demasiado. La playa está cerca, y la luna lo alumbra todo. Pienso: "Ojala no hubiese sucedido", y sigo mi sendero cuesta abajo, mientras bebo de la botella de agua ardiente que cargo en mi mano. La efigie de mi hijo y mi esposa se aparecen junto a las olas. Los pies de ambos están enterrados en la arena. Corro con mi cabeza embotada y mi espíritu quebrantado. Sólo deseo poder alcanzarlos. Ruego a dios porque no se vayan. "¡Por favor, no los dejes marchar, no sin mí!". Alcanzo la orilla pero ya se han ido. Colérico, maldigo en voz fuerte, y bebo mi último trago, sabiendo lo cerca que estuve esta vez.
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