martes, 6 de febrero de 2018

044.- UN ESCAPE AL ATARDECER


Era la tercera vez que se fugaba de su casa, ¡se sentía tan abrumada! Y es que –como su abuela solía decir–, la brisa del mar purificaba todo aquello que le molestaba; toda esa rabia acumulada. Ese viento frío que sentía mientras caminaba por el largo muelle tan lleno de recuerdos la confortaba como nada más en el mundo. Además, llegó en el momento perfecto –su favorito, sin duda, del día–: cuando el cielo se tornaba de un naranja intenso y daba la impresión de que el mundo se detenía por un segundo para contemplar tal belleza.
Amelia volteó hacia las pequeñas luces de Lebu, ciudad que había presenciado desde sus primeros pasos hasta aquel primer beso. Sintió un nudo en la garganta al recordar cómo le había gritado a su mamá tan bruscamente y dejado la casa sin advertencia alguna… Se sentía tan culpable. Era hora de regresar y disculparse.
M.C.

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