Sin
que alguno lo note, por las noches, el Toro se levanta de su lecho de rocas y
mar. Errante y molesto sale a buscar a Benavides para cobrarle su tesoro. Vicente
lo calma y pone un par de películas hasta que el toro olvida a lo que fue. De vuelta camina por la ciudad perdido,
desconociendo las luces que van alumbrando su lomo. Con la vista cansada logra
llegar a su piedra para descansar otra vez. Ya no le preocupa el cuidado de las
doncellas, se dio cuenta que aprendieron a cuidarse solas, aunque sigue
bramando para que alguien le lleve un vaso de vino antes de dormir. Todavía
nadie lo atiende.
El Ají Verde
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