Amanecía en la región del Bíobio; las hermanas ya se habían levantado a cumplir con sus quehaceres, dejaban caer en el río de la selva sus grandes baldes de agua; después de haber lavado toda su ropa y la de los cinco niños que habían recogido de la calle en la mendicidad, sucios e indigentes; sin amor por parte de alguien que los ame que los proteja. La bondad de las monjas les permite lograr tener ropa limpia con aroma a la mañana soleada y a la brisa de las montañas en la selva; fresca y eterna, refugio del alma de quienes aman a leufu su fuerte caudal y la claridad de sus aguas. Caudal que enviste de salud de la vida de esos cinco niños y que hoy chapotean en sus aguas. Suaves y cristalinas, limpias y frescas; así es Lebu refugio del alma de quien descubre sus aguas.
Pico de Plata
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