lunes, 16 de enero de 2017

042. NO CUENTEN EL FINAL DEL LIBRO

No, no podía estar aconteciendo. Seis meses de espera por un libro y ahora ese habitual pasajero del ascensor destila lentamente cada detalle de la historia, sólo para impresionar a una chica tatuada y con pelos azules. Mi desesperación aumenta, porque estoy justo en el fondo, contra la pared del ascensor, apretándome para encajar los otros treinta pasajeros. Y el narrador feliz está llegando al final del libro y no cesa de hablar, no baja en cualquier piso, también no tiene una interrupción repentina de todas las cuerdas vocales. No puedo mover los brazos, la presión arterial sube, quiero enviarlo a Isla Mocha. El ascensor para de repente, la luz parpadea como un rayo, y cuasi comienza el pánico. Vuelve a subir. ¿Va a la planta superior? Entre entradas y salidas, llego a mi destino en estado de shock: ahora, yo sé lo que hizo Morgan Switt el invierno pasado.

Julio Petermann   












2 comentarios:

  1. Me he sentido profundamente identificado con esta narración. Es algo fresco el que se basee en una anécdota perfectamente real, yo mismo he vivido en numerosas ocasiones cosas semejantes.

    Así mismo, la ambientación de la narración en la atmósfera hasta cierto punto 'opresiva' de un ascensor intensifica el aprisionamiento, el agobio, la imposibilidad de escapatoria tanto física como mental del protagonista, incapaz de librarse de la 'condena' que supone el 'spoiler' que le acaban de hacer.

    ResponderEliminar