miércoles, 18 de enero de 2017

045. UN ADIÓS INESPERADO

Como todos los días, temprano, con mi fiel amigo de casa salía. Un viejo perro ágil y divertido, que a pesar de su avanzada edad corría decidido. De muy pequeño ambos estuvimos, con él a mi lado crecimos. 
En ocasiones se detenía, me echaba un largo vistazo con su lengua agitada y proseguía. Sus movimientos eran torpes y graciosos, a causa de su grave enfermedad que los provocaba contagioso. El camino hacia nuestro destino era el mismo, empinada cuesta que nos esforzábamos con ahínco. Por un segundo miré la hora distraído y de mi amigo a mi vista se había perdido.
Llegaba a la cima cansado y preocupado, a la distancia contemplaba la cruz blanca e iluminada. Debajo, protegido, mi viejo amigo yacía echado inactivo.
Consciente de su partida, lo acompañaba con mi brazo sobre su lomo, acariciándolo como despedida.
Contemplé a distancia su gran ciudad hermosa, quien lo acogió con cariño, amor y grandeza.

O. J. Medina

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