lunes, 10 de septiembre de 2012

Un mediodía, una cabeza


121.- "Un mediodía, una cabeza" por Bartleby
Ella vive a treinta kilómetros de distancia, en las afueras de Lebu. Para volverla a ver tendría que atravesar la ciudad, golpear a su puerta, para que ella abriera y, antes que todo, le reclamara gritando: “¿Por qué no me contestabas después de todo este tiempo? ¡Cabrón, hijo de puta!”. Tendría que aterrizar una conversación tratando de arreglar la discusión de hace tres días, hacer promesas de cambiar, plantear escenarios irrealizables y qué no más. Con suerte, accedería  a su compañía mientras disimula el impulso que verdaderamente le ocupa. Y  si bien le va, podría llevar sus intereses a fin. Después tendría que pagar una innecesaria cena en algún restaurant. Pero se da cuenta que para verdaderamente hallarla solo hace falta que cierre los ojos. Ahí yace desnuda. Como una perla. Como un deber. Pues nadie pasa un día tranquilo sin hacerse la puñeta.

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