54.- "El primer día" por Éric Goéland
Casi no había
tenido tiempo de sacar los cartuchos cuando empezó a llover. Se parapetó en su
puesto, cubriéndose con el plástico para que no se mojara el fusil y esperó. Lo
peor era eso, la espera, el tiempo muerto. Empezó a pensar en cómo iba a contar
después, a los años, ese primer momento en la trinchera. Ya se imaginaba la
chimenea de su casa de Lebu rodeada de nietos vestidos de domingo pegándose por
sentarse junto a él, comiendo todos las rosquillas de su esposa y a él mismo
diciendo Niños, en la guerra llovía tanto... Sonrió y en ese momento de
pequeña felicidad, sin que hubiera habido ningún ruido antes, una bala le entró
como un silbido por la frente y allí se quedó parada.
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