¿Trajiste
la pelota? ¿Por qué no viniste ayer? Ya pues Pablo, respóndeme ¿Acaso estás
enojado? El niño se sentó a mirar a su amigo que le ignoraba por completo, se
entretenía deshojando unas flores secas que estaban regadas en la orilla, no
entendía su indiferencia, y él con tantas ganas que lo esperaba a diario. Pablo
se sentó al lado del niño, tenía veinte años, puso en el florero viejo las
flores. Los recuerdos volvían a su memoria, esa tarde, él le advirtió que no
cruzara a calle a buscar la pelota, más su amigo no alcanzó a escuchar. Iba a
verlo casi todos los días, angustiado contemplaba la lápida con el nombre de su
mejor amigo y una foto de los dos en el último partido del barrio. Lloró
mientras se alejaba en los pasillos del cementerio, el niño aún lo espera,
quizás mañana Pablo si se anima y juegan.
Daniela Paz
Tantas historias que guardan los cementerios, en especial el de Lebu
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