martes, 23 de enero de 2018

031.- CUANDO SOPLA EL VIENTO

El montonero, el hijo del carcelero, el pirata. El fantasma de Benavides se apeó del bote y avanzó. Un torso calcinado sobre un par de mutiladas piernas. El brazo, desmembrado y unido sólo por la maldición, alzó una lanza sobre la cual su cabeza cercenada vociferaba.
—¡Guardián! ¡heme aquí, el pescuezo cortado, envarado, vanos son los esfuerzos del enemigo cuando a sus designios se opone el Diablo! ¡Salid, defended tus doncellas por última vez!
El bramido atravesó la caverna, el lomo de piedra se irguió desplazando el agua, atizonados ojos brillaron rabiosos mientras los cuernos se sacudían las negras algas. El toro de Lebu levantó la cabeza y resopló mezclando su respiración con el viento.
Benavides gritó, El toro cargó. Metal contra Piedra tronaron. En Lebu, sus habitantes rezaron a la virgen, aquella que sólo las damiselas habían podido alzar.

—Es el viento —se mintieron, mientras la tierra se enfrentaba nuevamente contra el Mar.
S.M.P.

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