Al principio sólo podía sentir el olor a sal, la
humedad, el frío y la soledad.
—Sólo una vez más —suspiró una voz femenina en el vacío—, permíteme
una más.
Seguí la voz cual faro, hasta que se disipó la nada
y una cabaña se materializó frente a mí.
—Sólo una...
Vi una chaqueta y un pantalón sobre un mantel
blanco, cuatro velas blancas alrededor. Un velorio sin cuerpo que enterrar.
—...aunque sea sólo en sueños… —murmuró ella, llorando junto al pantalón.
Se levantó y la seguí cuesta arriba por el camino.
Al llegar, sus manos acomodaron la cruz blanca para que mirara al mar.
—...Verlo una vez más...
Me senté junto a mi tumba vacía, aún sentía la sal,
el frío y la humedad.
—...para poder decir adiós.
—...para poder decir adiós.
¿Y la soledad? Muchos como yo habitaban aquel
lugar, así que ella se la llevó, fue lo único que le pude dejar.
S.M.P.
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