Por medio siglo, Molina buscó, como peregrina en traje de buceo, la leyenda de un barco hundido. En 2010, lo encontró donde sus cálculos siempre habían señalado: a 23 metros de profundidad, entre Lebu y la Isla Mocha. Era el 4 de mayo, día de un terremoto que sorprendió Molina sumergida. En cuanto se horrorizaba con su primer cataclismo acuático, percibió que los movimientos sísmicos habían dibujado la silueta de una embarcación en el hondo del mar. Tan luego se calmó, recorrió con una linterna reverente los túneles del barco. Transbordaban de lingotes momificados. Un baúl, ya abierto, exhibía un nido de anémonas escarlatas y, en el centro, una inesperada niña durmiente. Tenía pelos de alga. Cara de gente. Piel de orca. Cola de delfín. Brazos y manos de hada negra. Despertó con ojos de calamar y entonces dio la más tierna, quimérica, ingenua y calcárea sonrisa de los siete mares.
Geranio Páramo
Me encantó como el autor mezcla sueños y realidad de una forma profunda, como un mar que siempre ha estado ahí, pero que te sorprende siempre, te invitando a un buceo.
ResponderEliminar“Durmiente” revela que o principal tesouro da embarcação não eram ouro, prata ou objetos antigos confinados em um navio naufragado, mas a criatura complexa, grotesca, que possui uma familiaridade humana perturbadora. Mais uma vez, o autor, com maestria, cria imagens inesperadas e com grande apelo visual. Excelente!
ResponderEliminarTiene lo que se espera de un cuento: enredo, tensión y sorpresa.
ResponderEliminarBuenissimo!
ResponderEliminarQuanta sorpresa en un cuento!
ResponderEliminar¡Increíble!
ResponderEliminarHermoso texto.
ResponderEliminarBuenissimo, me encantó!
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ResponderEliminarEncantador!
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