jueves, 8 de diciembre de 2016

010. GABRIELA y PABLO

Cuando llegué a aquella ciudad, dejé mi mochila en el hotel y salí a deambular, como todo turista con ínfulas de flaneur. Doblé en una esquina y me encontré con la calle de Gabriela. Inevitable que me invadiera este canto: "-¿Cómo dices que se llama? / Repite el nombre bonito. / -Bío-Bío, Bío-Bío, / qué dulce lo llamaron / por quererle nuestros indios"
Con esa música seguí paseando. Por contigüidad me invadió otro canto, que dice: "Pero háblame, Bío-Bío, / son tus palabras en mi boca / las que resbalan, tú me diste / el lenguaje, el canto nocturno / mezclado con lluvia y follaje". Y supuse que pronto me toparía con otro cartel que nombraría su calle.
Pero caminé y caminé, y no la hallé. Me tentó detener a un transeúnte y preguntarle dónde. Pero preferí creer que mi incurable flaneurismo, sin rumbo ni método, me había escamoteado la calle de Pablo.    

El Lujanense

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