Sintió un estruendo ensordecedor que le
paralizó la respiración y lo aterró. Giró 180° y alumbró con el haz circular de
la luz de su pequeña linterna y lo que miró lo sumió en un pánico profundo, que
casi le provoca un desmayo. Toneladas de roca obstruían la entrada de la
Caverna Benavides de Lebu que habían caído desde más de 30 metros . Se sentó
porque sus piernas flaqueaban y empezó a sentir un escalofrío que lo hizo temblar. Era imposible lo que le estaba
sucediendo, improbable, se negaba a aceptarlo, siquiera a pensarlo. Gritó y
golpeó con el puño la pared de la caverna y sintió dolor. En ese instante comprendió que no era
una pesadilla. Pensó que uno no puede evitar su destino, solo postergarlo. Los
acontecimientos siempre te atraparán. A su mente afloraron los fantasmas del
recuerdo de su experiencia en Copiapó.
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