Sentados en la
fuente de El Niño Pez, conversamos sobre un libro. Una novela de Vargas Llosa
que atrapó nuestro interés. Entre críticas y cambios de ideas, no puedo desviar
la mirada del escote de mi amiga. Sus pechos parecen querer romper la tela que
los contiene e irrumpir al sol de enero. Siempre deseé a Marcela, siempre fue y
sigue siendo mi deseo más íntimo y ardiente. Me toma de la mano y habla:
-¿Qué pensás?
-En vos.
Silencio. Me mira
asombrada.
Se para y se marcha
sin pronunciar un adiós.
No supe más de
ella. No volví a cruzarla por las calles de Lebu ni de ningún sitio. Sólo la
veo en recurrentes sueños (pesadillas durante la vigilia). Nunca más pude leer
al peruano y aborrezco el nombre Marcela.
Una mujer es capaz
de dar a luz pero también de apagar este mundo. Una mujer contiene al diablo en
su interior.
Trisha Armstrong
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