Tirados a orillas
del río que dio nombre a la comuna, Isabella y yo tomamos mate y conversamos
sobre la belleza del lugar. La conocí hace unos meses en Río de Janeiro, ambos estábamos
de vacaciones y nos enamoramos. Ahora estamos en la tierra de Gonzalo Rojas y
Gabriela Pizarro por cuestiones laborales, quizás abandone Buenos Aires y me
instale definitivamente en Lebu. Ella me sigue, no tiene objeciones, es una mujer
libre y resuelta que vive el día a día. Su piel negra casi azulada llama la
atención de los lugareños. Un pescador borracho le dice un piropo subido de
tono cuando me alejo algunos minutos.
Soy escritor y
creo que Lebu es el sitio perfecto para inspirarme. Es una ciudad mágica que
irradia tranquilidad. Un paraje adecuado para desposar a la jovenzuela
brasileña y olvidarme del mundo y su frenética locura. Hasta creo haber visto
una sirena coletear entre las olas espumosas del Leufu.
Trisha Armstrong