Benavides
Recibí un
mensaje de mi mujer: “Creo que dormiré. Mándame un whatsapp cuando lleguemos a Lebu. Te quiero”.
Caía la noche y
el tren se abocaba a la pereza de los trayectos de largo recorrido. Iniciamos
este viaje tratando de salvar el abismo que horadaba nuestro matrimonio.
Respondí:
“Descansa. Yo seguiré en el vagón cafetería”.
El sol,
anaranjado tras la ventanilla, se desplomaba sobre una loma y difuminaba el
paisaje. ¡Mágico momento!, el día transitaba noche.
Nuestro matrimonio
también transitó el día que empezamos a whasappear.
Y es que esta aplicación acercaba las palabras y alejaba los cuerpos.
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