Gamadiel Trébol
Tan
solo una vez volando con locura, hipnotizando la distancia, un homenaje a su
canto, al sonido de la brisa susurrando tras su paso su cuerpo desnudo, lúgubre una mañana calla su amigo orbe queriendo
besar sus alas que clamaban volver a Lebu y volar con alas de gigante. Su pecho
fugaz que solía viajar tras la primavera indómita, voló y voló sin que nadie lo
detuviera, y al llegar murió así lo dicen queriendo ver las montañas que le
vieron nacer, queriendo cantarle al forastero, queriendo llevar paz al perdido,
queriendo abrir sus alas y cubrir al desamparado. Y una vez más al recordar a
aquel rayadito que valiente venció la pobreza, el hambre y soledad, los niños
de la cuidad siguen su ejemplo y cantan
himnos de amor al prójimo, las plazas engendran alegría y la cuidad cálida y
pintoresca ve nacer el sol de justicia y
el amor.
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