No
sentía el miedo a la oscuridad. Se había acostumbrado al aislamiento. Recordó
la primera vez que vio rostros negros cubiertos por el polvo. Su padre lo llevó
a los ocho años a la mina y otros cinco los había trabajado allí. Durante su
infancia neutralizaba la monotonía imaginando aventuras similares a las que su
hermana le leía. Entonces la negrura húmeda de las entrañas de la tierra tomaba
un aspecto más gentil. Pero hoy todo era muy distinto, un desmoronamiento del
material lo había dejado aislado. La fantasía se había transformado en desesperación
motivada por su deseo de sobrevivir.
Cinco
horas demoraron en rescatarlo. Le dieron licencia los días siguientes. Antes de
llegar a casa, decidió ir a playa Millaneco, caminó a través de la cueva hasta
llegar a la arena. Se sentó y observó la belleza de las olas. Pensó: si me ocurriera
nuevamente algo similar, imaginaría este trayecto hasta ver el mar.
Serrana Donoso
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