Nadia
tenía nueve años cuando pisó Lebu por primera vez.
Fue
junto a su madre a llevar los restos de su abuela Gloria.
La
abuela le había contado mucho de su lugar de origen.
Para
Nadia estar en Arauco, y pisar las arenas de Lebu fue como entrar a un libro de
cuentos, aquellos cuentos que le contaba Gloria antes de dormir.
Tomando
la mano de su mamá le preguntó por el
museo Tamaya, y esta al principio no le dio demasiada importancia.
Tanta
insistencia de la pequeña hizo que su madre aceptara llevarla, y también a la
cueva del toro de la que tanto le había relatado Gloria.
Hoy
Nadia visita Lebu. Tiene treinta años, y le cuenta a su hija, mientras las dos
observan fascinadas el oleaje que tienen en frente, sobre los fósiles del museo,
la cueva del toro, su mágico rugido, y los cuentos de su abuela.
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