Al
sentarme en el Restaurante Torres de Río, encontré un libro sobre la mesa. Lo
cogí entre mis manos y empecé a hojearlo. Un poema cuyo título estaba tachado
de tinta negra me llamó la atención y me detuve para leerlo:
Veo un rio veloz brillar como un cuchillo,
partir
mi Lebu en dos mitades de fragancia, lo
escucho,
lo huelo, lo acaricio, lo recorro en un
beso de niño como entonces,
cuando el viento y la lluvia me mecían, lo
siento
como
una arteria más entre mis sienes y mi almohada
Apabullada por esos versos
extremadamente bellos del gran poeta, miré hacia el río y observé cómo las
gaviotas, los pelicanos y los pescadores estaban tan aferrados a él para
subsistir.
Fapolidetar
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