“Lebu 1880. Junto con
mi familia he llegado atraído como otros tantos colonos diseminados por el
Valle del Río Lebu. Según dice mi padre, la comuna es joven y promete
prosperidad. Ignoro exactamente por qué, pero sé que de aquí a un siglo comenzará
una transformación que cambiará en parte la cara que hoy presenta. Aunque
también sé que no será suficiente para que se instale definitivamente la
prosperidad. Supongo que deberá renacer el indomable espíritu mapuche, que
retomará la senda del progreso y luchará para que algún día, aquella promesa se
haga realidad; que tradición y progreso logren caminar de la mano. Mi nombre es
Samuel Lillo y tengo 10 años.”
viernes, 18 de diciembre de 2015
012 EL FANTASMA DE LEBU
012. "El fantasma de Lebu" por El Jolu
Cuando niño me
tocó ir a la casa- barca de mi abuelo en
Lebu.
No me agradaba
la idea de dormir en un bote prendido apenas de la orilla.
La primera
noche cuando mi abuelo apagó el farol y nos fuimos a dormir apareció un
espectro con un libro y una cuchara en sus manos.
Pegué un grito
como para despertar la ciudad. Mi abuelo apareció con sus calzoncillos largos y la escopeta.
-¿Qué pasa
mijo?
-¡Un fantasma!
-¿Y cómo era?
-Era flaco,
alto y tenía un libro y una cuchara en las manos…se fue por allá.
Mi abuelo encendió el farol y se
fue, al rato apareció con un plato de sopa caliente. Cuando fui a decirle que
no tenía hambre me dijo:
-¡Shh! No es
para vos.
Finalmente me
dormí y, cuando me desperté, encontré el plato vacío sobre la mesita y mi
cabeza llena de nuevas historias.
jueves, 10 de diciembre de 2015
011 LA LOCA
011. "La loca" por Clemente Carrasco
Desde
las primeras luces del alba hasta la luz del medio día. Sentada en el muelle de
Lebu, mi madre espera el arribo de las últimas lanchas que regresan de altamar.
Los más viejos la saludan por su nombre y ella les responde moviéndoles la
mano, en cambio los más jóvenes le dirigen miradas burlonas y le llaman la loca
del muelle.
Sus
ojos verdosos se han cubierto con la niebla que quien espera un milagro no se
hará nunca realidad. De padre y mi hermano solo se encontraron los chalecos
salvavidas, un par de bidones y algunas maderas de la lancha después del
temporal. Mi madre perdió a su esposo y a su hijo, en cambio yo ese mismo día, los
perdí a los tres.
miércoles, 9 de diciembre de 2015
010 PESCADOR
010. "Pescador" por Clemente Carrasco
Nunca
pude alejarme del mar ni aún cuando mi madre me insistió largamente en que
dejara mi natal Lebu y me fuera a estudiar a Lota o Concepción. Sé un
profesional -me decía- el mar es la tumba de hombres pobres y solitarios. Ni
aún cuando mi padre una mañana ya no volvió y se quedó para siempre en esa
inmensidad, sentí miedo o deseos de irme.
Hoy
comenzó a llover desde temprano, pero ahora parece que la noche se hubiese
cerrado de improviso encima nuestro. El viento está haciendo cada vez más
dificultosa nuestra navegación y el frio comienza a calar nuestros huesos. El
mar tormentoso parece reclamar su cuota de sangre y hueso.
Madre
mía no sufras por mí, no maldigas al cielo ni escupas en el mar, porque desde
la proa de otra lancha y en otro mar lanzaré de nuevo mis redes para llenarlas
de sueños y promesas
009 LA MUJER QUE YO AMO
009. "La mujer que yo amo" por Clemente Carrasco
Mi
gran amor no es aquella que amé pérdidamente en mi edad de colegio y por la
cual llené mis cuadernos de corazones, tampoco es aquella por la cual tallé un
corazón en el manzano de mi casa o con la que mis labios aprendieron a besar. No
es tampoco esa mujer con la cual mi cuerpo aprendió el arte de la seducción y
el juego de los cuerpos en el sexo.
La
mujer que yo amo es aquella, que sentada en el muelle de mi amado Lebu, repara
las redes de mi barca, la que con sus manos ásperas acaricia mi rostro y seca
mis lágrimas. La del rostro ajado por los años, el sol y el viento lebulense.
La
mujer que amo es ésta, la que me recogió cuando mi vida eran trozos y mi
corazón sólo migajas, la que me armó y la que me hizo de nuevo un hombre.
jueves, 26 de noviembre de 2015
008 DIAMANTES
008. "Diamantes" por Nereo Welch
Marta estaba internada
en el hospital de Lebu. Su piel avejentada se había empapado en sudor y sus
ojos se movían con inusual energía debajo de sus parpados. Rostros vagos
danzaban delante, hasta que de improviso sus recuerdos cobraron vida en mitad
de una película antigua de colores sepia. Pudo escuchar la voz de su madre
mientras cantaba, observar la sombra de
su padre recortada sobre el asfalto caliente, sentir la superficie del roquerío
donde se sentaba a leer, así como también la calidez del primer beso que su
esposo le robó una tarde de invierno. Todas sus memorias se barajaron en
desorden mientras su propio cuerpo entraba en un estado comatoso. Durante los siguientes
tres días, no hizo nada más que enfocarse a revivir su vida. Cuando finalmente expiró,
los pocos que estuvieron allí, tuvieron el amargo privilegio de contemplar el retal
de una sonrisa agridulce dibujada sobre sus labios ya moribundos.
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