El viento de la tarde resonaba fuerte, tan fuerte
que soltaba palabras locas sobre nuestro encuentro, era un testigo más, y había
oído cada palabra que salía de tu boca. Claramente no era mi mejor aliado, el
viento no solo exclamaba aquellas palabras que me hicieron sentir frágil, sino
que con audacia y sin reparo develaba hasta el mínimo detalle y así continuaba
sin cesar, quería verme derrotado una vez más.
Traté de huir, corrí tan a prisa que no lograba
discernir ni una sola sílaba, solo quería alejarme lo más posible, pero aquel
viento era rápido y me envolvía con su resonar, duplicando aquellas palabras
que sin piedad derramaste sobre mi rostro.
Estaba agotado y solo anhelaba el silencio, sin
darme cuenta llegue al Mirador del Cerro La Cruz y tuve frente a mí un
bellísimo espectáculo de atardecer, los colores y formas naturales me hicieron
sentir pequeño, tanto, que ni el viento podía influenciarme.
Catrileo
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