Le
acariciaban sus pasos los árboles, como persiguiéndole. Le atormentaba más el
hecho de que un día gris podría sucumbir, así arruinando su saco lleno de malos
recuerdos. En el agobio de su pulso, se percató que el alma seguía expulsando
sangre.
Preocupado,
cesaba su ánimo, la pala pesaba aún más y la única opción que quería pensar era
la de decaerse. Un otoño más pesado y a pocos kilómetros de Lebu, con eso le
bastaba para desfallecer.
Analizó
un tucúquere posado sobre la rama más cercana, el animal posaba su mirada
inexpresiva sobre él, con las pocas fuerzas que le quedaban trató de ahuyentar
al ser nocturno. Abrumado por su presencia, en un intento de tirarle el único
utensilio que poseía a su disposición, acompañados con ráfagas, una bandada de
búhos voló en dirección hacia su torso, sin ningún intento de liberarse, cedió
a éstas a que arrebaten lo último que le quedaba: su vida.
Noailles
Interesante el como una persona tras ceder por sus cargas, angustias y tormentos llegó a cesar de su propia vida. Y con lenguaje poetico!
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