Le gustaba ir a gritar a las olas del mar. Solía ir en invierno, solo muy temprano. Gritaba a todo pulmón, dejándose la voz, así tenía excusas para no verse obligado a hablar con nadie. Le gustaba su afonía crónica. Soñaba con perder la voz, con ser tan extraño que nadie quisiera hablarle. Quería existir solo. Pocas cosas captaban su atención. Un día, vio como los calamares espantaban al enemigo. Pensó que las ideas de la naturaleza eran como las matemáticas; ciertas, sin hueco a error. Recapacitó en una forma de usar su arma pero por más vueltas que le dio, no sabía ser un calamar. No le quedaba otra opción que ser humano. Fue otra vez al mar, pero esa vez no gritó. Enterró sus rarezas en una hondonada en la arena. Miró al mar, y decidió volver a hablar.
Semiramis Barces
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