Soñé con mi padre, pero
no era mi padre, ¿era su presencia? Me decía que habíamos trotado hasta llegar
a este mar pacífico, que el viento no pudo detenernos. Lebu, susurró, y la palabra me llegó con el sonido de una caracola.
Sentados en la orilla esperaba pescar usando de anzuelo un pedazo de pan que se
deshacía a penas se sumergía en el mar. ¡Lebu!,
gritó. Soltó la caña, lo perdí de vista en las olas espumantes, grises,
salvajes. Mar adentro sentí sus brazos que me subieron a su espalda, como
cuando niña, como peces estuvimos. La ola más alta rompió contra una roca
cuando me dijo Leufu, en mapuche.
Cuxirimay
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